Lectura.

Te veo así, con un libro entre las manos 
y un leve sentimiento como de celos me inunda.

Olvida los libros y ven a mí,

déjame ser yo la que te lea.

Deja que me pose sobre ti como lo hace el dedo

cuando sigue la linea de los versos acariciados

por la curiosa e inquieta mirada de los ojos.

Déjame leer en tu pelo cuarenta historias de invierno

y en los surcos de tu alta frente,

treinta y nueve veranos de sueños.

Permíteme desnudarte, siempre odié portadas y fachadas.

Haz que ahora mis manos sean los ojos

ciegos que lean el dulce, tierno tacto de tus palabras.

Hacer el amor también sería leerte,

devorar sílaba a sílaba la pasión erguida al alba,

abrir el cuerpo en dos, por una página,

arañar textos de amor, versos, espalda.

Mejor epílogo no conozco que tus ojos o tus labios,

reflexiono extasiada y exhausta entre tus brazos

y me estremezco todavía cuando pienso

que aún quedan personas que no saben leer.

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Este poema lo escribí cuando estaba en 2º de Bachillerato y al año o dos años me lo publicaron en un recopilatorio de poemas de un concurso al que lo presenté. Creo que es una de las cosas que hecho de la que más orgullosa estoy. 

Aún cuando lo leo, no puedo evitar que algo se me mueva dentro.