26 de febrero de 2014

Y miedo. Y nada.

"La risa contagiosa es imposible controlarla, lo mejor es gozarla.
¡Ojalá con la vida fuera capaz de hacer lo mismo!
Gozarla sin más, sin tratar de controlarla."
Pequeño extracto de Reír Al Viento
Sandra Barneda

Creo que jamás seré capaz de hacer eso. Vivir la vida sin intentar controlarla. Pienso, de entrada, que es imposible. El otro día le decía esto a Jimena (mi muhé quiere que su mote en el blog sea éste, así que démosle ese gusto):

-"Jimena, ¿sabes qué? Creo que debería ponerme ya como una loca a estudiar para el EIR del año que viene sin parar e intentar sacar una pedazo de nota para poder elegir plaza aquí en Sevilla."

Puede que fuera un arrebato después del día tan maravilloso que pasamos en la capital hispalense, buscando el tan ansiado sol, paseando por calles preciosas, disfrutando del día primaveral que nos regaló febrero. Parte de culpa la tienen también las ganas que tengo de que mi vida, al fin, salga adelante. De sentirme útil, de trabajar de enfermera, de lo que estudié, de sentirme realizada de una vez por todas, de dejar de percibir que me estoy oxidando y que estoy olvidando todo aquello que fui aprendiendo en horas y horas de prácticas de una unidad de hospital a otra...

Aunque también es cierto que todo esto viene de que quizá sea una completa rumiante. Que lo de no pensar está muy bien en la teoría, que queda genial llenando estados de Facebook, frases ingeniosas de Twitter y hasta imágenes motivadoras en Instagram. Pero en la práctica es difícil no plantearse qué viene ahora, no sentirse ahogada en un estado continuo de incertidumbre, no pensar que vives un limbo en el que sientes que tu juventud se escapa.

El día 28 de este mes saldrán las listas definitivas de resultados EIR. Cuantas más modificaciones hay de las preguntas, impugnaciones, gente que corrige su examen en las diferentes plataformas de la academias... Más puestos bajo en las estimaciones. Y eso supone dos cosas:
  1. Que me he traicionado a mí misma porque dije que ya no miraría nada más hasta que no salieran los resultados oficiales.
  2. Que por mucho que yo tenga la sensación de haberlo hecho mejor de lo que esperaba, eso, a la vista está, no me sirve de nada.
El optimismo y la tranquilidad se me escapan por los poros. La ilusión, todo. Dejando paso al miedo, a la desconfianza, a la desolación. Morderme más de una vez el labio inferior porque las ganas de llorar -ésas que se quieren hacer un hueco a base de presión entre mis clavículas- son intangibles y no se pueden morder ni atrapar ni nada. De vez en cuando tengo esos puntos de "¡Voy a hacer todo lo que tengo pendiente!", "¡Voy a comerme el examen del año que viene!", "Voy a...".

Y luego nada. Siempre es nada. Siempre es miedo. Nada y miedo, qué destructora combinación. Y no sé cómo pararlo. Intento por todos los medios hacer lo que creo que debo, intento disfrutar de lo bueno que tengo, intento cuidarme y estar bien conmigo misma. Y siempre vuelve el miedo. Y la nada. Y el miedo a la nada.

A no tener futuro. A no tener planes. A no tener un espacio para mí. A no tener espacio en los planes de nadie. A no tener nada que ofrecer ni que ofrecerme. A ser siempre pequeña, a pesar de que los años cada vez están más cerca de empezarse a notar. A no avanzar, a pesar de lo anterior. A pasar por la vida como si nada. A no conseguir nada de eso que siempre soñé o algo que se le acerque. A que las lágrimas y las arrugas llenen más mi cara que las sonrisas o los besos de gente que me haga sentir querida o las babas de ese hijo o hija que cada vez veo más lejos poder tener.

No sé si es cuestión de mala suerte, de la época que me ha tocado vivir, de mis medios o de los de mi familia, de que no sé desenvolverme en el mundo o qué sé yo. ¿Por qué hay gente de edades o circunstancias parecidas a las mías que salen adelante y hacen todo eso que a mí me gustaría y yo no soy capaz de conseguir? ¿Qué hago mal? ¿Qué no hago? ¿Qué falla en mí? ¿Por qué el miedo y la nada siempre están ahí para acabar con todo?

Y de nuevo, siento, que al fin y al cabo, no sé hacer otra cosa que tener miedo.

Así, de forma cíclica y devastadora. Y lo peor de todo es que me lo tengo que guardar, porque además la vida y la gente, se encargan de enseñarte y señalarte e inculcarte e incrustarte en el cerebro y en el pecho que hay gente que lo está pasando peor y hay problemas más importantes que los tuyos. Que se cagan en la boca de Maslow y mandan a tomar por culo su puta pirámide de las necesidades. Y ya hasta me da reparo llorar y que me vean, no quiero mostrar mis sentimientos (cosa difícil porque quien me conoce sabe que en la cara se me nota todo). Me siento egoísta por tener mis propios problemas y mi propio dolor teniendo la situación que tengo en casa. Si le cuento lo que siento a mi madre, a la que siempre le podía contar todo, ahora me hace sentir que la estoy agobiando y "que le estoy echando aún más cosas encima". Con mi padre me llevo mal desde hace ya mucho tiempo y tengo un hermano de dieciocho años con el que no se puede contar para nada. Cuando veo a mis amigas, quiero estar bien con ellas y no hablar de temas tristes o serios, así que me planto la sonrisa que mejor me salga en ese momento y disfruto de un ratito de oasis entre tanto desierto. (Curioso comparar la humedad de la tristeza con un desierto, pero así estamos hoy mi cabeza y yo.) Con Jimena me vuelco en darle amor, en hacerla sentir bien, en intentar escapar de todo lo mío junto a ella y en no "contaminarlo" todo con mis problemas porque bueno, ella también tiene ya lo suyo. Aunque a veces me gustaría decirle que a su lado me siento pequeña y no sólo por la diferencia de edad que nos separa...

Y estoy tan cansada de todo el que opina porque siente que tiene que opinar... De todo el que piensa que encontrar trabajo es fácil, que salir del país es fácil, que todo es fácil desde su posición acomodada y fácil... Estoy tan harta de los niños de papá que se atreven a darme lecciones (y para ser niño de papá no hace faltar tener un Rolex ni un cochazo ni un papá)... Estoy tan hastiada de que me digan que todo pasará y ver que no es así... Estoy tan hasta el mismísimo de todo y de mí...

Total. Que me aferré tanto a que cuando pasase el examen EIR la cosas iban a ponerse un poco más tranquilas que aquí estoy casi un mes después, hecha un mar de lágrimas escribiendo esta palabras y escudándome ante los que, de vez en cuando, me miran, como siempre, en la maldita alergia (que la verdad es que me dio un lunes horroroso, aunque haya quien no se haya acordado siquiera de dedicarme un "¿Cómo estás hoy?").

Yo, que quería hacer del blog algo más artístico, más positivo, más interactivo... Y de nuevo lo intento usar como psicólogo barato... Pero bueno, si al menos me sirve para eso...

Besos con marca.

19 de febrero de 2014

El día D.

El día D. 

Cuando pierdas el miedo a perderme,
y desistas en recorrer todas las rutas posibles
que mi espalda le ofrece a las puntas de tus dedos.
Cuando mi pelo rebelde te parezca
una maraña insoportable
por la que ya no te apetece surfear
y no encuentres en mí ninguna ola
a la que agarrarte antes de verter en mí
el último suspiro de la noche.
Cuando no quieras que acompase mi caminar al tuyo
ni por la calle ni por la cuerda floja
del borde de la cama.
Cuando empecemos a desconocernos
y la inspiración ya no te recuerde a mi nombre
y no encuentres forma de acoplarte a mis posturas
y te descubras a ti misma poniéndote de nuevo las corazas.

Cuando llegue ese día,
por favor, avísame.

Que tendré que recoger muchos pedazos…


Estela R. G.
19 de Febrero de 2014




Creo que es la primera vez que escribo de desamor desde la felicidad de los primeros meses de haber empezado una relación con alguien. Supongo que ese miedo a que te dejen rota siempre estará ahí. Como un pequeño instinto de supervivencia, aunque a veces dejemos que nos pisoteen el pecho en el intento de seguir haciendo funcionar algo que ya no marcha bien.

Me ha costado un poco desarrollarlo, siempre me inspira lo que me está pasando en el momento actual. Pero los primeros versos se me vinieron anoche a la cabeza y tenía que explotar esta primera idea poética del 2014. Y cómo engancha esa sensación de ponerle punto final a un poema...

Besos con marca.


11 de febrero de 2014

Ni estaba muerta ni estaba de parranda.

Ha pasado una semana desde que pasó el dichoso examen EIR.

-"¡¿PERO TÚ NO ESTABAS MUER..."
-"¡¡¡SSSSCHHHHHHHHHTT!!!"

Como decía, ha pasado ya más de una semana desde que el 1 de febrero me presenté al EIR. Salí más contenta y tranquila de lo que esperaba, sentía que lo había hecho mejor de lo que pensaba y, de hecho, según las correcciones provisionales, me ha salido mejor que todos los simulacros que fui haciendo los últimos días de estudio. Pasé una noche estupenda con mi pareja y creo que hasta que no me acosté e intenté dormir, no me vino toda la ansiedad de golpe. ¡Y la señora ni se enteró! Yo ahí sin poder dejar las piernas quietas, con la cabeza dándome vueltas con imágenes y frases del examen, la respiración agitada, sufriendo sola... #DramaQueen

En estos días he intentado relajarme dentro de mis posibilidades y no hacer absolutamente nada relacionado ni con estudios ni con nada de eso. 

¡¡¡MEEEEEEEEC, ERRORRRR!!!

Si tienes contacto con más gente que ha hecho el EIR, tienes una barra en Tweetdeck dedicada al EIR y te llegan constantemente alertas e informaciones del EIR, al final, acabas por no desconectar del puto EIR. Me metí en páginas de academias que a las horas de hacer el examen ya tenían una corrección aproximada y te dicen más o menos en qué posición vas a quedar. Lo peor que he podido hacer, en serio. Según eso estoy lejos de los puestos de plaza y conforme me iba llegando información más me iba cabreando. Así que he decidido que se acabó. Esta tarde he dicho firmemente que no se miran más estimaciones ni se corrige el examen ni nada. Que ya está hecho y que el día que salgan las listas con la clasificación oficial de los que nos presentamos, será el día en que sepa realmente qué he conseguido y si al fin soy residente o tengo que volver a intentarlo.

Lo más probable es que tenga que intentarlo de nuevo. Y creo que lo haría con ganas. Ver que con lo que he hecho he tenido tantas preguntas bien siendo mi primera vez me hace pensar que, con otro año de estudio y sabiendo en qué fallo más, qué temas se me dan mejor o peor y machacando los exámenes anteriores (porque caen preguntas calcadas), el año que viene podría llegar a conseguir una buena posición que me permitiera conseguir plaza de Matrona o Pediatría, que son las dos especialidades que estaría dispuesta a estudiar (Matrona es la que quiero y Pedia no me desagradaría nada hacerla).

¿Qué he estado haciendo en todo este tiempo de ausencia? Estudiar. Estudiar como si no hubiera un mañana, con las Navidades por medio y el último mes de encierro en la casa sevillana de mi chica. Me ofreció el pisito que tiene allí para aislarme y no tener que preocuparme de nada más que de estudiar, alimentarme y tener aquello un poco decente. Y qué bien me vino, eh... Adelanté en el temario como no lo había hecho en todo el tiempo y pude saborear lo que supone vivir sola. Tanto lo bueno como lo malo. Lo bueno es que puedes hacer lo que te de la gana cuando te de la gana. Cocinar lo que quieras, cuando quieras. Dormir cuando quieras y estudiar las horas en las que estás más activa... ¿Lo malo? Que hay veces que el teléfono o las redes sociales no sirven del todo cuando necesitas el calor de alguien que te apoye o que simplemente te haga la comida o te dé una muestra de cariño mientras despegas los ojos de los apuntes. Mis buenas lloreras me pegué...

Y volver. Volver a casa ha sido también una mala experiencia. Echaba de menos a mi madre, muchísimo, por supuesto. Yo soy muy madrera. Pero al llegar me encontré a mi abuela mucho peor de su demencia (sufre Demencia de Cuerpos de Lewy) y que me lo habían estado ocultando para que no me afectase al examen. Le costó reconocerme y lo único que fue capaz de decirme fue que qué mala estaba. Me encontré a un padre falsamente suave con el que no he durado bien ni dos días y al que ni siquiera le dirijo la palabra. La falta de libertad, de intimidad, el mal ambiente que se respira en mi casa... El primer día allí ya estaba hartita de llorar. Pero bueno, de momento no me queda otra, así que ahora lo que quiero es "recuperar el zen".

Necesito hacer cosas por y para mí, al menos hasta que me ponga a estudiar otra vez o hasta que me salga un trabajo o mi situación cambie de alguna forma. Tengo que volver a llevar el currículum a todos los sitios que pueda, pegar carteles y hacer cositas para vender de mi página de complementos para ir ganando un dinerito que al menos me permita pagarme el móvil y quizá ahorrar un poco. Pero sobre todo necesito hacer cosas que me hagan sentir bien. Leer esos libros que tengo pendientes, tanto en papel como en el e-reader que me trajeron Las Reinas Magas. Ponerme al día con mis series favoritas, que voy taaaaan atrasada... Ver a mis niñas, salir con ellas, hacer esas cosas que hemos ido dejando en el tintero por mi examen. Pasar tardes de risas y videojuegos con mi mejor amigo...  Qué sé yo, si hasta quiero que me enseñen a patinar y a montar en bici... ¡Si ni siquiera he escuchado entero el último disco de Lady Gaga!

Y por supuesto me quedan ganas de volver por el mundo blogger con asiduidad, leeros, escribiros, saber cómo os va, qué hay de nuevo por la bollosfera y en definitiva, volver a hacer esto que tanto me gusta. Así que espero que no os hayáis olvidado de mí o os hayáis cansado de esperarme.

Estoy de vuelta.
Y más viva que nunca.


Besos con marca.