"La risa contagiosa es imposible controlarla, lo mejor es gozarla.
¡Ojalá con la vida fuera capaz de hacer lo mismo!
Gozarla sin más, sin tratar de controlarla."
Pequeño extracto de Reír Al Viento
Sandra Barneda
Creo que jamás seré capaz de hacer eso. Vivir la vida sin intentar controlarla. Pienso, de entrada, que es imposible. El otro día le decía esto a Jimena (mi muhé quiere que su mote en el blog sea éste, así que démosle ese gusto):
-"Jimena, ¿sabes qué? Creo que debería ponerme ya como una loca a estudiar para el EIR del año que viene sin parar e intentar sacar una pedazo de nota para poder elegir plaza aquí en Sevilla."
Puede que fuera un arrebato después del día tan maravilloso que pasamos en la capital hispalense, buscando el tan ansiado sol, paseando por calles preciosas, disfrutando del día primaveral que nos regaló febrero. Parte de culpa la tienen también las ganas que tengo de que mi vida, al fin, salga adelante. De sentirme útil, de trabajar de enfermera, de lo que estudié, de sentirme realizada de una vez por todas, de dejar de percibir que me estoy oxidando y que estoy olvidando todo aquello que fui aprendiendo en horas y horas de prácticas de una unidad de hospital a otra...
Aunque también es cierto que todo esto viene de que quizá sea una completa rumiante. Que lo de no pensar está muy bien en la teoría, que queda genial llenando estados de Facebook, frases ingeniosas de Twitter y hasta imágenes motivadoras en Instagram. Pero en la práctica es difícil no plantearse qué viene ahora, no sentirse ahogada en un estado continuo de incertidumbre, no pensar que vives un limbo en el que sientes que tu juventud se escapa.
El día 28 de este mes saldrán las listas definitivas de resultados EIR. Cuantas más modificaciones hay de las preguntas, impugnaciones, gente que corrige su examen en las diferentes plataformas de la academias... Más puestos bajo en las estimaciones. Y eso supone dos cosas:
- Que me he traicionado a mí misma porque dije que ya no miraría nada más hasta que no salieran los resultados oficiales.
- Que por mucho que yo tenga la sensación de haberlo hecho mejor de lo que esperaba, eso, a la vista está, no me sirve de nada.
El optimismo y la tranquilidad se me escapan por los poros. La ilusión, todo. Dejando paso al miedo, a la desconfianza, a la desolación. Morderme más de una vez el labio inferior porque las ganas de llorar -ésas que se quieren hacer un hueco a base de presión entre mis clavículas- son intangibles y no se pueden morder ni atrapar ni nada. De vez en cuando tengo esos puntos de "¡Voy a hacer todo lo que tengo pendiente!", "¡Voy a comerme el examen del año que viene!", "Voy a...".
Y luego nada. Siempre es nada. Siempre es miedo. Nada y miedo, qué destructora combinación. Y no sé cómo pararlo. Intento por todos los medios hacer lo que creo que debo, intento disfrutar de lo bueno que tengo, intento cuidarme y estar bien conmigo misma. Y siempre vuelve el miedo. Y la nada. Y el miedo a la nada.
A no tener futuro. A no tener planes. A no tener un espacio para mí. A no tener espacio en los planes de nadie. A no tener nada que ofrecer ni que ofrecerme. A ser siempre pequeña, a pesar de que los años cada vez están más cerca de empezarse a notar. A no avanzar, a pesar de lo anterior. A pasar por la vida como si nada. A no conseguir nada de eso que siempre soñé o algo que se le acerque. A que las lágrimas y las arrugas llenen más mi cara que las sonrisas o los besos de gente que me haga sentir querida o las babas de ese hijo o hija que cada vez veo más lejos poder tener.
No sé si es cuestión de mala suerte, de la época que me ha tocado vivir, de mis medios o de los de mi familia, de que no sé desenvolverme en el mundo o qué sé yo. ¿Por qué hay gente de edades o circunstancias parecidas a las mías que salen adelante y hacen todo eso que a mí me gustaría y yo no soy capaz de conseguir? ¿Qué hago mal? ¿Qué no hago? ¿Qué falla en mí? ¿Por qué el miedo y la nada siempre están ahí para acabar con todo?
Así, de forma cíclica y devastadora. Y lo peor de todo es que me lo tengo que guardar, porque además la vida y la gente, se encargan de enseñarte y señalarte e inculcarte e incrustarte en el cerebro y en el pecho que hay gente que lo está pasando peor y hay problemas más importantes que los tuyos. Que se cagan en la boca de Maslow y mandan a tomar por culo su puta pirámide de las necesidades. Y ya hasta me da reparo llorar y que me vean, no quiero mostrar mis sentimientos (cosa difícil porque quien me conoce sabe que en la cara se me nota todo). Me siento egoísta por tener mis propios problemas y mi propio dolor teniendo la situación que tengo en casa. Si le cuento lo que siento a mi madre, a la que siempre le podía contar todo, ahora me hace sentir que la estoy agobiando y "que le estoy echando aún más cosas encima". Con mi padre me llevo mal desde hace ya mucho tiempo y tengo un hermano de dieciocho años con el que no se puede contar para nada. Cuando veo a mis amigas, quiero estar bien con ellas y no hablar de temas tristes o serios, así que me planto la sonrisa que mejor me salga en ese momento y disfruto de un ratito de oasis entre tanto desierto. (Curioso comparar la humedad de la tristeza con un desierto, pero así estamos hoy mi cabeza y yo.) Con Jimena me vuelco en darle amor, en hacerla sentir bien, en intentar escapar de todo lo mío junto a ella y en no "contaminarlo" todo con mis problemas porque bueno, ella también tiene ya lo suyo.Aunque a veces me gustaría decirle que a su lado me siento pequeña y no sólo por la diferencia de edad que nos separa...
Y estoy tan cansada de todo el que opina porque siente que tiene que opinar... De todo el que piensa que encontrar trabajo es fácil, que salir del país es fácil, que todo es fácil desde su posición acomodada y fácil... Estoy tan harta de los niños de papá que se atreven a darme lecciones (y para ser niño de papá no hace faltar tener un Rolex ni un cochazo ni un papá)... Estoy tan hastiada de que me digan que todo pasará y ver que no es así... Estoy tan hasta el mismísimo de todo y de mí...
Total. Que me aferré tanto a que cuando pasase el examen EIR la cosas iban a ponerse un poco más tranquilas que aquí estoy casi un mes después, hecha un mar de lágrimas escribiendo esta palabras y escudándome ante los que, de vez en cuando, me miran, como siempre, en la maldita alergia (que la verdad es que me dio un lunes horroroso, aunque haya quien no se haya acordado siquiera de dedicarme un "¿Cómo estás hoy?").
Yo, que quería hacer del blog algo más artístico, más positivo, más interactivo... Y de nuevo lo intento usar como psicólogo barato... Pero bueno, si al menos me sirve para eso...
Y luego nada. Siempre es nada. Siempre es miedo. Nada y miedo, qué destructora combinación. Y no sé cómo pararlo. Intento por todos los medios hacer lo que creo que debo, intento disfrutar de lo bueno que tengo, intento cuidarme y estar bien conmigo misma. Y siempre vuelve el miedo. Y la nada. Y el miedo a la nada.
A no tener futuro. A no tener planes. A no tener un espacio para mí. A no tener espacio en los planes de nadie. A no tener nada que ofrecer ni que ofrecerme. A ser siempre pequeña, a pesar de que los años cada vez están más cerca de empezarse a notar. A no avanzar, a pesar de lo anterior. A pasar por la vida como si nada. A no conseguir nada de eso que siempre soñé o algo que se le acerque. A que las lágrimas y las arrugas llenen más mi cara que las sonrisas o los besos de gente que me haga sentir querida o las babas de ese hijo o hija que cada vez veo más lejos poder tener.
No sé si es cuestión de mala suerte, de la época que me ha tocado vivir, de mis medios o de los de mi familia, de que no sé desenvolverme en el mundo o qué sé yo. ¿Por qué hay gente de edades o circunstancias parecidas a las mías que salen adelante y hacen todo eso que a mí me gustaría y yo no soy capaz de conseguir? ¿Qué hago mal? ¿Qué no hago? ¿Qué falla en mí? ¿Por qué el miedo y la nada siempre están ahí para acabar con todo?
Y de nuevo, siento, que al fin y al cabo, no sé hacer otra cosa que tener miedo.
Así, de forma cíclica y devastadora. Y lo peor de todo es que me lo tengo que guardar, porque además la vida y la gente, se encargan de enseñarte y señalarte e inculcarte e incrustarte en el cerebro y en el pecho que hay gente que lo está pasando peor y hay problemas más importantes que los tuyos. Que se cagan en la boca de Maslow y mandan a tomar por culo su puta pirámide de las necesidades. Y ya hasta me da reparo llorar y que me vean, no quiero mostrar mis sentimientos (cosa difícil porque quien me conoce sabe que en la cara se me nota todo). Me siento egoísta por tener mis propios problemas y mi propio dolor teniendo la situación que tengo en casa. Si le cuento lo que siento a mi madre, a la que siempre le podía contar todo, ahora me hace sentir que la estoy agobiando y "que le estoy echando aún más cosas encima". Con mi padre me llevo mal desde hace ya mucho tiempo y tengo un hermano de dieciocho años con el que no se puede contar para nada. Cuando veo a mis amigas, quiero estar bien con ellas y no hablar de temas tristes o serios, así que me planto la sonrisa que mejor me salga en ese momento y disfruto de un ratito de oasis entre tanto desierto. (Curioso comparar la humedad de la tristeza con un desierto, pero así estamos hoy mi cabeza y yo.) Con Jimena me vuelco en darle amor, en hacerla sentir bien, en intentar escapar de todo lo mío junto a ella y en no "contaminarlo" todo con mis problemas porque bueno, ella también tiene ya lo suyo.
Y estoy tan cansada de todo el que opina porque siente que tiene que opinar... De todo el que piensa que encontrar trabajo es fácil, que salir del país es fácil, que todo es fácil desde su posición acomodada y fácil... Estoy tan harta de los niños de papá que se atreven a darme lecciones (y para ser niño de papá no hace faltar tener un Rolex ni un cochazo ni un papá)... Estoy tan hastiada de que me digan que todo pasará y ver que no es así... Estoy tan hasta el mismísimo de todo y de mí...
Total. Que me aferré tanto a que cuando pasase el examen EIR la cosas iban a ponerse un poco más tranquilas que aquí estoy casi un mes después, hecha un mar de lágrimas escribiendo esta palabras y escudándome ante los que, de vez en cuando, me miran, como siempre, en la maldita alergia (que la verdad es que me dio un lunes horroroso, aunque haya quien no se haya acordado siquiera de dedicarme un "¿Cómo estás hoy?").
Yo, que quería hacer del blog algo más artístico, más positivo, más interactivo... Y de nuevo lo intento usar como psicólogo barato... Pero bueno, si al menos me sirve para eso...
Besos con marca.