24 de junio de 2013

La Lucha.

"Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja a la sombra vencida."

Extracto de Eterna Sombra,
poema de Cancionero y Romancero de Ausencias.
Miguel Hernández.

El jarro de agua fría un día de calor, que no sabes si te corta el cuerpo o te refresca. El bofetón a tiempo que, aunque duele, te saca del estupor. La súbita luz, que primero te ciega y luego te muestra todo lo que tienes por delante. En una obra eminentemente oscura, dolorosa y pesimista, te encuentras, de pronto, este maravilloso, luminoso, esperanzador final. Noches y noches acompañada de los pesares de Hernández, que te hace reflexionar en pasado, presente y futuro. Y cuando vas a terminar el libro... ¡Zas! Un golpe de positividad. Tengo varios poemas marcados, todos desgarradores, pero en los tiempos que corren en los que las noticias negativas son más abundantes que las alentadoras, quería compartir con quienes me leen estos versos finales del poema Eterna Sombra, muy apesadumabrado también, aunque con estos cuatro versos finales que cierran de la mejor forma la obra del de Orihuela.

Llevaba un par de noches con el libro al lado mientras leía feeds y hacía cosillas en el portátil, con las ganas de escribiros algo desde que me terminé Cancionero y Romancero de Ausencias. Un sentimiento raro, como de querer comunicar algo pero no saber el qué o el cómo. Como este sentimiento que se me ha instalado, entre el pecho y la cabeza, no está muy claro dónde, pero que ahí está.

Y hoy al fin, después de varios días, he decido dar un giro positivo a la entrada y hablar de otra cosa: de la lucha. Porque me he dado cuenta de que la vida, mi vida ahora, es una lucha constante. Trabajar para conseguir lo que se quiere, batirse contra uno mismo, contra los miedos propios. Marcarse un objetivo claro e ir a por él, cosa que desde que terminé la carrera aún no había hecho (bueno, estaba el máster, que era una opción clara y estaba casi conseguida, pero falló el factor económico, así que no se completó).

En ello ando, tarde a tarde, contra el sueño que entra después de comer, contra los días en los que se avanza menos en el temario, las materias más feas y difíciles de digerir... Contra los que me preguntan con qué academia me lo estoy preparando y tienen reacciones raras cuando contesto que con ninguna, que por mi cuenta, con un buen temario y una buena rutina. Luchar es ir a por la plaza aún sabiendo que en la última convocatoria, la relación plaza/personas era de 1/19. Diecinueve personas luchado por cada una de las plazas... En términos generales, claro, porque sabemos que hay especialidades y destinos mucho más deseados que otros...


Luchar también es meterme entre pecho y espalda 640 kilómetros en un sólo día para ir a otra ciudad a hacer una entrevista de trabajo, acompañada sólo por mis ilusiones y por una buena amiga que me hizo el viaje más ameno y calmó mis nervios. Entrevista para entrar en una bolsa de trabajo, ojo, ya ni siquiera para un puesto directo... Pero que después de haber pasado una criba de 4000 personas y estar entre las 500 mejores, había que ir a intentarlo, a dar lo mejor de mí y a dejar una nueva puerta (o ventana al mediterráneo) abierta.


(CHARE de Benalmádena,
¿mi futuro centro de trabajo?)

Otra forma de luchar es salir a la calle a defender tus derechos. Y en mi ciudad, Huelva, eso hace mucha falta. Por eso, sin "Día del Orgullo" como tal ni cabalgatas rimbombantes, tendremos una modesta manifestación este miércoles día 26 de junio, que partirá a las 20:00 desde la Plaza Quintero Báez (más conocida como "La Palmera"). El motivo de este año es "Educación Igualitaria: por unas aulas libres de homofobia" y me parece de lo más importante. Tenemos que formar a personas tolerantes, abiertas, que sepan apreciar la diversidad y convivir en paz con ella. No atacar lo diferente por desconocido, por inusual, por arcaicos prejuicios que se transmiten sin pensar en cómo afectarán a las futuras generaciones. Os dejo el cartel, haréis feliz a un gatito si lo compartís en las redes sociales...


Me queda otra lucha importante, ésta conmigo misma, pero aún no sé del todo cómo enfrentarla. Sé lo que quiero, lo que me gustaría, pero hay algo que aún me frena, algo que tengo que batir y que espero que pronto desaparezca para, poco a poco, empezar a ver frutos. Os lo podría contar, pero había que dejar algo al misterio y a la imaginación, ¿no?

Besos con marca.

12 de junio de 2013

Fruslerías (XIX).

La Bien Querida - A Veces Ni Eso

Haciendo eses de amor con las caderas como si el resto de funciones corporales se vieran mermadas en el momento en el que mi mente desconecta del temario. Sentir que doy tumbos, de una a otra, cuando ésta es de las mejores veces que he interiorizado la rutina de estudio, cuando mi objetivo está más centrado. Y no entender qué me pasa. No saber hacia dónde dirigir los sentimientos negativos, pero ahí están, llamando a mi puerta o colándose por las ventanas cuando mejor les parece. Haciendo difícil distinguir qué es señal y qué ruido. Las noches empeñadas en convertir mis sueños en un folie à deux autodestructivo que hace de mis despertares el peor momento del día. Tal vez debería empezar a llamarlos pesadillas pero tampoco puedo enfadarme con quien maneja mis alturas si no hago más que ir dejándome gestalts abiertas por el mundo. Por mi mundo. Porque las cosas no pueden andar bien si hay canciones que antes me gustaban y ahora las paso en la lista de reproducción. Si hay lugares que no quiero pisar sola porque no sé si voy a poder soportar tanto olor a sal. Si hay libros que dicen mucho más cuando están cerrados y hay calles gastadas, pisadas y nunca, nunca, con la compañía deseada, tan sólo en esas utopías nocturnas que a veces tienen protagonista recurrente y otras decide rescatar a viejas actrices que tuvieron su momento de gloria en el pasado. A sabiendas de que la heridas a las que no se les da puntos, tardan más en cicatrizar o pueden cerrarse en falso, en lo superficial, dejando encerrado dentro todo el dolor, preparado para salir en el momento menos esperado. Porque el tiempo a veces se toma su tiempo.


Y a veces ni eso.
Besos con marca.

5 de junio de 2013

Del otro lado de la vida.

La realidad suele ser polifacética. Poliédrica, con muchas aristas, unas más afiladas que otras. Hay fronteras, mejor o peor definidas según el caso. Entre ellas, hay situaciones en las que sólo hay dos bandos, dos posturas claras, marcadas y con características propias en las que, normalmente, nos situamos a uno u otro lado de forma casi permanente durante toda nuestra vida, sea por convicción, suerte, sorteo, herencia, arrastre o desastre. Pero es ese casi de la frase anterior el que a veces nos permite colocarnos, reversible o irreversiblemente, al otro lado de la vida.

Yo por ejemplo, y como experiencia más reciente, he podido vivir un programa de televisión desde el sofá de mi casa y desde el plató. Ni punto de comparación como podréis imaginar. En casa somos todos unos lumbreras. Catedráticos de camilla y sobremesa. Sin nervios, sin cámaras, sin pensar en los millones de ojos que te estarán mirando en ese instante en el que tu imagen aparece en pantalla. Y aunque en la tele tot és mentida, lo que no es falso es el remolino de sensaciones que se forma en ti cuando entras al estudio a grabar (no me quiero imaginar lo que tiene que ser hacer un directo...). Los focos dándote en la cara, sacando lo mejor y lo peor de tu anatomía. La soltura de los profesionales frente a tu torpeza mezclada con tu ilusión. La ansiedad de saber que ya no sólo estás jugándote ser el mejor de tu casa, sino que hay dinero y dignidad en juego y que tu abuela, tu madre y tu gata no son las únicas que te van a juzgar porque, en el momento en el que tu persona "se hace pública", todo el mundo siente la imperiosa necesidad de darte su imprescindible y maravillosa opinión. Si no se ha notado la ironía final, ya os la resalto yo.

Otra vivencia en la que he traspasado las lindes establecidas es la de ser paciente y ser enfermera, esta vez por profesión. Creo que el haber estado ingresada (una sola vez hasta el momento, gracias a Buda) ha sido una de las peores cosas que he vivido, ya no sólo por el hecho de padecer una dolencia (sordera súbita en mi caso), sino por todo lo que ello implica: angustia, claustrofobia, sentirse apartado de la vida corriente, etcétera. Y creo que me ha hecho comprender, mucho más que la práctica clínica, la dimensión humana de lo que los enfermos necesitan en general y sin tener en cuenta las particularidades de cada individuo. He podido saborear la amargura de la comida insípida para hipertensos y de que no te miren a la cara cuando vienen a tomarte la temperatura varias veces al día. Pero también el estrés de tener que hacer veinte electrocardiogramas antes de la visita del médico y que las chuponas no se peguen en ese pecholobo que tienes delante, haciendo que la máquina marque error y que te tiene, como si jugases al Twister o probases esa postura sexual tan placentera que han recomendado en la Cosmopolitan del mes pasado, con una mano sujetando electrodos, con la otra pulsando botones, intentando que la piernas no se enreden en ningún cable y que uno de tus turgentes pechos no roce al caballero de poblado torso, que sonríe cuando le dices que no se mueva, aguantando la carcajada de tener que ver semejante espectáculo de coordinación, flexibilidad y decoro. Y profesionalidad, eso ante todo, que no se quede ningún electro rutinario sin adornar el historial del paciente...

También he sentido lo que supone estar enamorada de alguien y que no te corresponda, mucho mejor para mí que saber que alguien te quiere y que no es mutuo. No, ni estoy loca ni he estado bebiendo. Cuando quieres a alguien que no siente lo mismo por ti lo pasas mal, está claro. Y mira que yo he estado mucho más en el lado del que ama que en el del que es amado pero, para mi gusto, la presión es mucho mayor cuando la situación es la contraria. Nunca sé cómo actuar cuando alguien me dice lo que siente por mí y yo no le voy a responder con algo similar. No sé si por falta de costumbre o por qué razón, me siento más vulnerable cuando no soy yo la que se abre y lo paso fatal en el momento en el que tengo que darle el palo a quien sea. Me pregunto siempre "¿Por qué yo? ¿Por qué se ha fijado en mí, si soy una niñatilla sin más? ¿Le habré dado pie a algo?". Y ya me empiezo a cuestionar hasta mi propio comportamiento, cuando simplemente cada persona tiene sus gustos y, al igual que yo me enamoro normalmente de señoras que no me hacen ni puto caso, hay personas que se pueden fijar, encaprichar y hasta enamorar de mí. Por mucho que (me) cueste creerlo. Esto me ha hecho ser más conservadora a la hora de mostrar mis sentimientos y ya no me declaro a la mínima de cambio, sino que espero hasta ver alguna señal (aunque mi historia con las señales no es que sea tampoco muy adecuada...) que me indique que la piscina no está del todo vacía, que al menos se puede chapotear y juguetear un poco, salpicar aunque luego mi autoestima quede a la altura del pepino. Ya no me suelo romper la crisma lanzándome de cabeza sin mirar primero si hay algo que me vaya a amortiguar el golpe, aunque esto reste naturalidad y espontaneidad al momento (qué le vamos a hacer, quizá sea también porque no ha vuelto a aparecer nadie en mi vida que me haya devuelto la impulsividad...).

Lo que quería contar con esta entrada, más o menos, era que la posibilidad de estar al otro lado de la vida te hace ser, quizá, más empático con el prójimo. Ser más consciente de lo que tus acciones pueden causar en los demás, ser una persona más cauta, tener más tacto... Esto no significa que, a raíz de tener este blog, el Twitter y demás y dejar una ventana abierta por la que observar y opinar de mi vida a un público mayor o menor, mi vena de stalker se vaya a apaciguar... Así que si alguien tiene el teléfono de Toñi Moreno, que por favor me lo pase, que la voy a intentar seducir hasta que se case conmigo o hasta que me ponga una orden de alejamiento.

Besos con marca.

(PD: Empiezo esta entrada mientras hago el trayecto Barcelona-Sevilla en avión y lo termino días después tras darle muchas vueltas. Al final ha quedado así, supongo que porque así tiene que ser. Habrá quien diga que no tengo que daros explicaciones de lo que escribo o cómo lo escribo, pero me gusta relacionarme con quienes me leéis y cuidaros. Gracias por estar ahí siempre, por preocuparos por mis ausencias y por hacer que este rinconcito siga, a su ritmo, siempre en marcha.)