La carretilla.

   "En el arroyo grande, que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda bajo su carga de hierba y de naranjas. Una niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más pequeño ¡ay! y más flaco que Platero. Y el borriquillo se despechaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores.

   Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Le obligué, entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y rucio del atolladero, y les subió la cuesta.

   ¡Qué sonreír el de la chiquilla! Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas.

   Con su llorosa alegría, me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas. Las tomé, agradecido, y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra a Platero, como premio áureo."

XXXVII. La Carretilla.

Platero y yo.

Juan Ramón Jiménez

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   Pocos Plateros quedan ya. Ningún Juanramón. La humanidad toda pasa ante cientos, miles de niñas atolladas día a día con sus burros y sus carros anclados en la tierra en que les tocó nacer, a la que emigraron o a la que les obligaron. Los hombres velan sus miradas con gafas de sol, con cortinas de la misma indiferencia con la que éste lanza sus rayos vivos, amarillos, contra el mundo.

   Y así van. Viendo sólo lo que quieren. Más burros que los burros.

Estela R. G.

28 - VII - 2010

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Sí. A mis 23 años estoy leyendo, por primera vez, Platero Y Yo. Alguna vez leí algún pasaje, en clase o para algún acto conmemorativo del autor. Pero nunca me había puesto el libro entre las manos para introducirme en el mundo bucólico del Moguer del autor. Sobra decir que me están encantando. Cuando lo estoy leyendo es como si estuviera sentada sobre hierba verde bajo la sombra de un árbol de gran copa, viendo con mis propios ojos los momentos que relata Juan Ramón.

Últimamente todo lo que leo me inspira y eso me encanta, me llena como hacía tiempo no me llenaba nada. Desde que empecé la carrera dejé de leer con la asiduidad con la que leía antes, todo eran apuntes y manuales para mí. Echaba en falta esta sensación que se me queda cuando me acabo un libro. Esa paz y satisfacción, ese suspiro a pecho lleno.

Estoy feliz. Creo.

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Pensándome reunir los "mejores" de mis poemas y presentarlos a una revista electrónica que ha abierto la convocatoria para presentar trabajos. Es chilena, creo. No sé qué hacer. Tendría que ponerme un día en serio, buscarlo todo, reunirlo, ver cuánto ocupa (ponen de límite 3 mil caracteres), leerlo todo, releerlo, ver qué sensación se me queda después, ver si me siento bien con lo que tengo y ya luego si eso, lo mando... Lo sé, no hay quien me aguante.

No mucho más que contar por hoy. Empiezan las Fiestas Colombinas, no he cobrado, no tengo ni un duro y tengo unas ganas de fiesta que me muero. Cabeza, si eres tan amable, págame esta semana, harás a una pequeña Estela feliz.

Besos con marca.